domingo, 10 de abril de 2011

Lejos de aquí IV

BIO Las Palmas

Finalmente el conflicto sobre el gas en Punta Arenas se solucionó, al menos por el momento. Entre otras medidas, la subida del precio del gas bajó de un 17% a un 3%. Los de Magallanes parecían muy contentos y lo celebraron por todo lo alto. Toda una lección sobre como luchar para coseguir unos derechos.

Por nuestro lado, el fin de las negociaciones significaba que Las Palmas saldría por fin dirección a la Antártida con todo el cargamento a bordo (incluyéndome a mí). Tan solo nos separaba un pasaje marino conocido como paso Drake o mar de Hoces. Así pues, el 19 de Enero, sobre las 21 de la noche, el barco abandonaba el puerto magallánico:

Siendo novel en estos mares, no me cansaba de escuchar las experiencias del resto de científicos, que, aunque muy interesantes, no eran muy prometedoras. La mayoría confesaban que una vez en el paso se metían en la cama y de allí no salían hasta la llegada. Con estos bonitos pensamientos nos acostamos para pasar la primera noche en el camarote de científicos del buque. Aquí tenéis mi litera (que era tan pequeña como parece), con todo el material lúdico que disponía por si ya no iba a levantarme (libros, ordenador, películas, PSP, ...) y alguna bolsa de plástico, por si las moscas:

Esa noche entramos en el canal Beagle, y, por la mañana, todo seguía en calma. El canal está protegido de los temporales externos, con lo que ese día fue, prácticamente, un crucero de placer. Las vistas del canal a ambos lados eran espectaculares, con algun glaciar que otro de vez en cuando, y unas montañas increíbles a poca distancia.





El buen tiempo y la calma del canal nos permitió hacer una barbacoa en la terraza de popa a la hora de comer. Los miembros de la Armada se mezclaban con los científicos, y el trato con ellos era excepcional. Para la mayoría no era la primera campaña, así que los relatos de viajes anteriores iban surgiendo en cada corrillo. Al contrario que los científicos, los marineros eran mucho más optimistas sobre el tema de los mareos, y profetizaban un Drake con pocos problemas. "Ya, claro".

El paisaje, la barbacoa y el vino (adecuadamente etiquetado para la campaña Antártica), animaron la velada hasta altas horas de la tarde.

Mientras, en el puente, el práctico chileno y los oficiales de guardia trazaban la ruta del barco en el canal, usando los dos radares y las cartas de navegación.


Poco a poco cayó la tarde, y pudimos disfrutar de una bonita puesta de sol. Un rato antes habíamos pasado por delante de Ushuaia, y poco después pasaríamos cerca de Puerto Williams.



"Bueno, visto así, esta travesía no va a ser tan mala", o eso pensaba yo por aquel entonces. Sin embargo las cosas iban a cambiar. Esa noche dejamos el canal atrás y nos adentramos en mar abierto. Un ligero meneito sobre las 12 de la noche presagiaba el cambio que íbamos a experimentar durante los tres siguientes días. Óbviamente a partir de aquí ya no dispongo de tantas fotos como de la primera etapa del viaje, pero os puedo resumir lo que pasó. El tercer y cuarto día de viaje fueron unos días duros, con olas de entre 6 y 7 metros, que movían el barco en todas direcciones. El barco llegó a inclinarse unos 42 grados. Para que os hagáis a la idea, con esa inclinación es lo mismo andar por el suelo que por la pared. Gracias a las substancias que llevaba (y que por si acaso, no nombraré por aquí), no llegué a vomitar ningún día, pero tampoco dejaba de estar mareado. De vez en cuando me levantaba de la cama para deambular como un fantasma por el barco. Pocos científicos quedaban en pie, y apenas teníamos ganas de hablar entre nosotros:
- Ei, como va eso?
- Ya ves, por aquí, estucando la pared...

Por mi parte, un poco de fruta para comer y vuelta a la cama. Del único día que tuve algo de ganas de coger la cámara conservo este vídeo:


La madrugada del quinto día (23 de enero) fondeamos en Isla Rey Jorge, del archipélago de las Shetland del Sur (y por lo tanto, ya en la Antártida!), y subieron a bordo unos cuantos españoles y búlgaros que, para bien o para mal, habían podido cruzar el Drake en avión. Esa tarde llegamos a Isla Decepción, cruzamos los Fuelles de Neptuno, y nos introducimos en el cráter del volcán. En la orilla interior hay aposentada una de las bases antárticas españolas, la base militar Gabriel de Castilla (y de la cual os hablaré cuando llegue el momento). Y en ella se quedaron algunos de los científicos del barco.


El final del viaje se acercaba ya. A media tarde zarpamos hacia Isla Livingston, y sobre las 11 de la noche empezamos a divisar la otra base española, la base Juan Carlos I, y mi destino durante las próximas semanas.





En este momento las ganas de pisar la Antártida, después de 5 días en el transatlántico, eran casi insoportables. Atrás quedaban los 12 días de viaje, y delante, un montón de cosas por conocer y lugares que recorrer. Pero claro, eso será ya en otro post.


Enlaces:

Lejos de aquí VIII
Lejos de aquí VII

2 comentarios:

  1. Muy interesante. Espero que no tardes en continuar la narración.

    El vídeo de la botella marea!!

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  2. Habéis oído el vídeo? "Qué aburrido, no?" - el tío. "No se puede hacer nada" - la chica.

    Lo que dice Bater del vídeo. Después de verlo y seguir leyendo parecía que se movía la pantalla.

    Muy guapas las fotos.

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